lunes, 5 de marzo de 2012

Mis memorias 2: Historias para no dormir.

Soy una persona que apenas conoce el miedo. Me han pasado un par de cosas, a lo largo de mi vida, que me han asustado, pero siempre intento buscar el sentido a las cosas.
He trabajado en muchos sitios (como enfermero) y puedo decir que las cosas cambian bastante cuando el sol decide ocultarse.
Una unidad de enfermería de día, con todos los médicos, enfermeros, auxiliares, limpiadoras y demás cambian totalmente cuando cae la tarde y hay menos tránsito de personas.
Os quiero contar un par de cosillas que me han pasado a lo largo de estos años que he sido enfermero. Aviso a la gente con el corazón pequeño, no sigan leyendo.

Me han contado muchas historias en todos los sitios donde estuve trabajando. Pocas he creído. 
En uno de mis trabajos, la planta se dividía en dos. Una estaba unas escaleras más arriba y otra a nivel normal. 
La que estaba en la parte de arriba, además de traumatología, contaba con algunas habitaciones de oncología. 
Muy pocas enfermeras y auxiliares se querían quedar solas en aquella planta por las noches. Se notaban raras y asustadas sin motivo aparente. 
Yo estuve muchas veces allí arriba solo y alguna que otra noche durmiendo con tranquilidad. 
Pero claro, cada persona es un mundo.
Y un hospital de noche, da mucho mucho miedo... 
Recuerdo cuando trabajaba en mi primer psiquiátrico. Cuando me faltaba alguna pastilla para el día siguiente tenía que buscar por todas las unidades. Si ninguna tenía esa pastilla, debía de salir a buscarla a la farmacia. 
Os cuento...
Las unidades eran como casitas repartidas en un bosque... No había luz de farolas, así que tenía que ir con una linterna. Salirme del camino principal y abrir una verja. Cerrarla para que nadie pasara al otro lado. Subir unas escaleras (a oscuras) y entrar en el edificio. Allí podía encender las luces. Pero todo estaba lleno de estanterías con medicación. 
Ahí reconozco que pasé verdadero miedo... No me encontraba agusto... Y sabía que nadie iba a venir a sorprenderme (si hubiese pasado supongo que mis gritos se hubiesen escuchado por media España). 

Y hay algo que me resulta muy curioso. Porque no tiene nada que ver con historias de fantasmas ni nada parecido. La atmósfera de un sitio. Recuerdo cuando trabajaba en la planta de infecciosos. Muchas habitaciones contaban con una puerta corredera de cristal, un pasillo y una puerta pesada con un pequeño cristal. 
Eran habitaciones especiales porque estaban reservadas a personas con infecciones respiratorias. Pasabas la primera puerta y te quedabas en medio de un pasillo oscuro. Cuando la primera puerta se cerraba, era cuando podías abrir la segunda. Creo recordar que mi planta contaba con 3 habitaciones de este tipo, que por cierto, estaban al final del pasillo.
Esa planta me daba muy mal rollo y mas por la noche. Además, por la noche solíamos apagar las luces del pasillo y dejar encendidas unas pocas por si teníamos alguna urgencia. Recuerdo más de una noche recorrer ese pasillo con pánico y estar en aquel mini pasillo oscuro esperando a poder abrir la segunda puerta. 
Por las noches solíamos asomarnos a las habitaciones para ver como estaban los pacientes. Y claro... os podéis imaginar lo angustioso que es asomarse a la segunda puerta sin ver nada...

Otra vez que pasé bastante miedo, fue en el segundo psiquiátrico donde trabajé. 
La sala de enfermería era bastante curiosa. Era una habitación redonda. Si imaginamos que era un reloj, a las 12 estaba la entrada principal, a las 3 el servicio, a las 6 la terraza y a las 9 otro pasillo que comunicaba con la segunda parte de la unidad y con la habitación de aislamiento/observación.
Esta habitación era minúscula y solo estaba la cama y un pequeño cuarto de baño. 
La puerta era de madera y tenía una ventanilla redonda muy pequeñita para poder observar al paciente.
Recuerdo que ese día me tocaba hacer noche. Al llegar me informaron de un paciente muy joven politoxicómano. No había dado problemas porque estaba totalmente dormido y no se había despertado en toda la tarde. Era poco probable que se despertara en lo que quedaba de noche. 
Me asomé y vi un bulto en la cama. Apenas se movía. No estaba atado... estaba bastante drogado y no hacía falta. 
Empezamos a hacer nuestro trabajo y dormíamos por turnos. Yo siempre dormía el último porque trabajaba con personas mayores que cogían el sueño temprano y lo perdían cuando a mi me entraba. 
Y claro, cada ciertas horas nos levantábamos a hacer rondas. 
No recuerdo si eran las 2 o las 3 de la mañana. 
Me levanté (a oscuras) y fuí a escuchar roncar a todos mis pacientes. Antes de terminar la ronda me tenía que pasar por la habitación del chico. 
Llegué y me asomé a la pequeña ventana de cristal. Allí no había nadie en la cama. 
"Mierda".
Muchas veces, estas personas al despertar suelen mostrarse un poco violentas... Seguía asomado a la ventana y no dejaba de mirar de un lado a otro. Nada... Fui al control a por las llaves de la habitación. Antes de entrar decidí encender las luces por si el chico daba señales de vida. 
Y nada más encender las luces, el chico se asomó por la ventana. ¡Estaba debajo de la puerta!
20 años menos de vida como os podéis imaginar. Al final el chico era muy majo y lo volví a acostar en la cama. Pero recuerdo que la respiración y el corazón se me pararon un rato bastante largo...

Y de verdad, no quiero hacer una entrada interminable. Podría estar horas y horas contando cosas... Pero os quiero dejar con un par de cosillas que me ha pasado a lo largo de estos años como enfermero. 
Quizá en alguna entrada posterior os cuente algunas cosillas más. 

2005.
Si mi primer año de enfermero me pareció interesante, este sin duda alguna refleja por qué quise ser enfermero.
Cuando empezamos las prácticas en los hospitales, las semanas eran o muy largas o muy cortas.
Clases Lunes y Martes (desde la mañana temprano hasta la noche) y los siguientes días de prácticas.

Una de las prácticas que más me gustaron fueron la de "Salud Mental". A mí me tocaron en la USMI (Unidad Salud Mental Infantil). No viene al caso, pero tratar con aquellos niños con autismo y problemas alimenticios y de todo tipo fue bastante gratificante. Enseñarlos a comunicarse, a cantar, a comer, a hablar... Uff, millones de cosas. 
Pero me quiero centrar en una de las cosas que me pasaron en aquél centro. No estaba en un hospital propiamente dicho. Antiguamente si que lo era. Era un mini hospital muy especial de 4 plantas. Allí había de todo, pero con una peculiaridad. Era el hospital de la cruz roja, y la gente que estaba ingresada no tenía muy buen pronóstico... Vamos, que se dedicaban básicamente a cuidados paliativos.
En la actualidad la primera planta es de oficinas y almacenes, en la segunda esta la USMI, en la tercera la USMA (Unidad Salud Mental Adultos) y en la cuarta la de cuidados paliativos. 
Bien. Pues un día que estaba allí empezó a sonar un timbre. Y claro, yo me extrañé porque en nuestra unidad no había habitaciones. Eran de otra planta. Aquello me extrañó un poco, pero así era. Se lo comenté a mi super y me dijo que era de la primera planta. Que bajase a ver qué pasaba. 

Al bajar me encontré en mitad de un pasillo oscuro. A la derecha estaban las habitaciones y a la izquierda estaban las oficinas. Creo recordar que en algún lado estaban los almacenes, pero no me preguntéis donde exactamente. 
Eché un primer vistazo al pasillo de la derecha. Allí no se movía nada ni parecía que hubiese alguien. 
Subí de nuevo y no le di mucha importancia.
Al ratillo empezó a soñar dicho timbre. Volví a bajar de nuevo y esta vez me acerqué a las habitaciones. Las puertas estaban cerradas con llave. Me acerqué a la puerta. No se oía absolutamente nada. 
Subí y mosqueado le pregunté a mi supervisora. Ella se reía y yo no entendía nada. 
Allí no había nadie. Y era verdad. Supuestamente el timbre estaba desconectado, aunque a veces sonaba de nuevo...
Se contaba la historia de una mujer que había muerto en aquella habitación por una negligencia por parte de los trabajadores, que no hacían caso de los timbres...
Nunca volví a bajar a la primera planta.

2009.
Mi segunda casa. 
Donde mejor me lo he pasado trabajando. Porque había días que prefería trabajar a estar en casa por lo que allí me encontraba.
Las tardes solían ser demasiado tranquilas y el trabajo lo repartíamos para no quedarnos parados, pero muchas veces te quedabas con los brazos cruzados.
En esos momentos muchas veces llamaba a una compañera que estaba en la planta de arriba para merendar juntos o vernos un ratillo y contarnos los cotilleos. 

Una de aquellas tardes aburridas llamé a mi compañera. Al empezar a hablar escuché a un niño llorando de fondo. No le di demasiada importancia. A veces mucha gente entraba en el control de enfermería como si fuese una habitación más. O bajaba gente de la planta de arriba que era la de maternidad. 
La cosa es que luego escuché como se empezaba a reír. Y le dije que de quién era el niño que se reía. 
Me dijo que no había nadie. 
"Ah bueno, quizás esté por aquí en mi planta"
"Pues seguro, porque aquí no hay nadie"
Seguimos hablando y ya escuchaba el niño... No estaba en mi planta, se escuchaba por teléfono...
Se lo volví a decir porque además, se escuchaba bastante cerca y era demasiado evidente. 
Me colgó. 
Al rato la llamé y seguía escuchando de vez en cuando al niño. Intenté grabarlo con el móvil pero no hubo forma. Mi amiga estaba bastante asustada y me dijo que subiera a merendar y me lo contaba.

Fuí con ella a merendar y me preguntó varias veces si la estaba engañando. Me quedé un poco de piedra porque no tenía sentido nada de lo que estaba pasando...
Por lo visto, en aquella planta una vez operaron a un niño de la garganta. Algo no fue bien y el chico salió bastante mal de la operación. Al poco tiempo, murió en su habitación. Hubo muchos problemas...
Y se dice que muchas veces se escuchaba a un niño llorar o reírse. Y lo mejor de todo es que muchos pacientes que estaban a punto de morir decían que veían a un niño entrar en la habitación...

Baje bastante angustiado...

MUCHOS MESES MÁS TARDE.

Recuerdo que estaba de noche. Era día especial porque no trabajaba en aquél turno. Pues al pasar con la primera ronda de medicación, en la habitación que estaba enfrente del control, había un hombre mayor. Estaba solillo. Al hablar con él, me preguntó cuál era la compañera que tenía al niño allí. 
Claro, en ese momento pensé que habría alguien con niño y el pobre hombre habría escuchado al chiquillo hablar.
Pero me dijo luego que había entrado a la habitación.
Al llegar al control pregunté si sabían de alguien que tuviese un niño... Era obvio que no había podido ver ningún niño que fuese nuestro. Seguí dando la medicación y entré en todas las habitaciones. No había ninguna visita ni nadie con niños pequeños.
Al terminar, me acerqué de nuevo y le pregunté a ese hombre por el chiquillo. Me dijo que estaba allí. Que no lo vio entrar pero si salir. Que no le dio demasiada importancia porque pensaba que era nuestro. 

Muchas veces, cuando somos mayores y se acercan las horas nocturnas, nuestras cabezas nos puede jugar malas pasadas. Sobre todo si somos mayores y estamos solos. Mucha gente tiene demencia o simplemente nuestra mente, como defensa personal, se imaginan ciertas cosas para no preocuparnos o no sentirnos solos. 
Eso fue lo que pensaba que le había ocurrido a este Señor. 
Lo sorprendente de todo, es que durmió y no volvió a despertar nunca más.




2 comentarios:

  1. Wow! Me han encantado tus historias... Me encantan este tipo de relatos. En el hotel donde trabajo, aquí en Málaga, también hay historias de fantasmas... Yo he estado haciendo rondas en el turno de noche y, aunque nunca he visto nada, tienes esa sensación extraña de la que hablas... ¡Enhorabuena por tu blog! Volveré.

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